Cómo aprendíamos música

Algunas veces, cuando terminamos un concierto, alguien se acerca y me pregunta: “oye, ¿y cómo has aprendido a tocar esta música? ¿quién te ha enseñado a tocar estos instrumentos?”

Verdaderamente, es una pregunta que me resulta difícil responder, ya que en ese preciso momento me vienen a la mente multitud de experiencias, vivencias, textos leídos, estudiados, voces escuchadas, etc. que me han ayudado a aprender. ¿Cómo condensar toda esa experiencia en una respuesta más o menos corta?


En mi personal camino del aprendizaje del mundo medieval,

he podido descubrir que existieron, como actualmente sucede, múltiples formas o métodos de enseñanza musical en la Edad Media.


Cuenta la tradición que el músico Ziryab fundó el primer “Conservatorio” de enseñanza musical en la Córdoba andalusí del

s. IX. Por las descripciones que nos han llegado sobre el método de Ziryab, se trataría de unas clases muy activas: los alumnos se sentaban en un puf, de forma erguida y entonaban escalas al ritmo de una darbuka o tabal que tocaba el maestro, para que siguieran el ritmo y lo aprendieran también.



Años más tarde, en otras regiones, en los monasterios europeos, los alumnos aprendían las notas musicales según el método aplicado por el monje Guido d’ Arezzo. Este método consistía en pintar las notas musicales y una sencilla melodía en los dedos y en la palma de la mano. Se trataba pues, de lo que podríamos considerar unos “deberes” o ejercicios escritos para estudiar.


Y como no, también existió el aprendizaje cotidiano, ese saber que recogemos de nuestros mayores y seres queridos. La tradición sefardí transmitió multitud de canciones de forma oral y en ámbito hogareño: canciones de cuna, de boda, recetas de comidas…


Seguramente que, al reflexionar sobre estos variados métodos de aprendizaje que existieron, nosotros nos identifiquemos con alguno de ellos, si lo hemos vivenciado  y experimentado en algún momento de nuestras vidas, ya sea un método por escrito, verbal o por la experiencia del día a día, ¿verdad?.


Termino estas líneas sin tener claro aún la respuesta a la pregunta que iniciaba esta entrada en el blog. Pero lo que sí sé es que cada día aprendo algo nuevo, ya sea escuchando un disco, a un profesor, leyendo un libro, una partitura, conversando con amigos, ensayando…


Y siempre seguiré aprendiendo.